Universo cautivo by Harry Harrison

Universo cautivo by Harry Harrison

autor:Harry Harrison [Harrison, Harry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1969-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo 4

ALLÍ parado, medio fuera del agujero, fue presa de un momento de pánico. Pero éste pasó pronto cuando comprendió que el calor no aumentaba y que el sol no se acercaba más. Se movía, naturalmente, pero con lentitud, a fin de emplear la mitad del día en cruzar el cielo. Aun cuando el calor era muy intenso, no era insoportable y Chimal se habría alejado mucho antes de que el sol pasara. A una velocidad calculada tiró su carga sobre la superficie azul del cielo y cerró la tapa tras él. Se mantenía de espaldas al Sol, pues su luz lo deslumbraba siempre que miraba en su dirección. Luego, con el agua en una mano y el arma en la otra, siempre de espaldas al Sol, empezó a andar hacia el extremo norte del valle, más allá del cual estaban los túneles ocultos de los Guardianes. Su sombra, negra y muy larga, se extendía ante él para indicarle el camino.

Ahora que estaba un poco más acostumbrado a ello, hallaba en todo lo que sucedía una excitación mayor de la que nunca antes había experimentado en su vida. Andaba, lleno de júbilo, por una vasta llanura azul. Ante él era plana y aparentemente infinita, mientras que a ambos lados subía en suave curva. Sobre él, donde debiera estar el cielo, estaba el mundo suspendido. Montañas de picos agudos bajaban por ambos lados y atravesaban frente a él. Había tierra, roca firme bajo sus pies, ahora lo sabía, de modo que ya no le preocupaba que el mundo donde había crecido, el único que había conocido hasta pocos días antes, colgara sobre su cabeza como un peso monstruoso. Él era una mosca que corría por el techo del cielo y miraba hacia abajo, a los pobres prisioneros atrapados al fondo. Cuando hubo dejado suficiente distancia entre él y el Sol se detuvo para descansar, se sentó en el cielo azul y abrió el recipiente de agua. Al llevárselo a los labios levantó la mirada hacia el valle, arriba, la pirámide y el templo situados casi directamente sobre su cabeza. Dejó el agua, se tumbó de espaldas, puso los brazos bajo su cabeza y contempló su tierra. Esforzando la vista casi podía distinguir a los trabajadores en los campos. Los maizales pare —clan ufanos y verdes y pronto estarían maduros para la cosecha. La gente se ocupa de su trabajo y de su vida sin imaginar que estaba en una prisión. ¿Por qué?, y sus captores, prisioneros ellos mismos en sus túneles de termitas. ¿Cuál era la razón oculta de su secreta observación y de las extrañas palabras de la mujer sobre el Gran Diseñador?

Sí, podía ver unas minúsculas figuras que iban de los campos hacia Quilapa. Se preguntó si ellos podrían verlo a él allá arriba y, con la esperanza de que así fuera, agitó los brazos y las piernas. ¿Qué pensarían? Probablemente, que era alguna clase de ave. Quizá podría tomar el arma y raspando con ella escribir su nombre en el cielo, arrancar el azul de modo que se viera la roca.



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